La Reina de la Montaña
Sintió el peso de
la corona en la cabeza...
El sacerdote tomo el
báculo y se lo acerco, el brazo del anciano temblaba ostensiblemente
incapaz de controlar el miedo que sentía… Tartamudeo al
pronunciar las palabras ceremoniales, mientras de reojo vigilaba a
los soldados que flanqueaban el pasillo de acceso al altar.
Ese viejo melindroso
era el mismo que hace apenas unos meses la insultaba en sus sermones,
- Nunca una mujer ha
reinado, y nunca lo hará, el Dios de la Montaña destruirá el reino
antes de consentir una Reina en su trono.
Y casi se cumplió
la profecía, la guerra había durado cinco largos años, en los que
el reino languideció.
No pudo evitar
recordar a su padre.
Ni siquiera en el
lecho de muerte fue capaz de cambiar la mirada de desdén cuando se
acercaba… antes de morir sentencio,
- Nunca serás
reina, nunca ha habido una reina, tu hermano sera el próximo Rey de
la Montaña.
Su hermano... uno de
los bastardos que su padre tenía repartidos por el reino, y al que
había traído al palacio pese a las quejas de su madre.
Su madre, a la que
su padre había amado hasta que ella vino al mundo.
Recordó como la
cocinera le contaba el desdén que sentía el Rey por la pequeña
princesa, tenía su origen en el mismo día de su alumbramiento.
El Rey Olaf de la
Montaña, el grande, el conquistador, el que había unificado los
reinos bajos y los altos, grito de rabia al entregarle la matrona a
su hija recién nacida…
- ¡Como puede
castigarme el Dios de la Montaña con esta criatura! Una niña, y
además con esa horrible marca, ni un buen casamiento hará…
La niña miro al Rey
asustada, pero sus preciosos ojos verdes no ablandaron el corazón
del Rey, que seguía mirando con una mezcla de desprecio, odio y
locura la amplia mancha roja que cubría casi toda la parte derecha
del rostro de la criatura.
Olaf continuo fuera
de sí,
- La marca de las
brujas…
- Pronto vendrán a
buscarla…
- O quizás se la
lleve la enfermedad…
- Pero no es un
problema, no es un problema, tendré otro hijo, un heredero...
Dejo a la niña en
un pequeño moisés y se sentó en el trono, el sanador se acerco a
él,
- Señor, la Reina
no podrá tener más hijos, el parto ha sido muy difícil…
Se levanto con los
ojos inyectados en sangre, desenvaino su espada, y fue hacía la
criatura con la intención de degollarla. Sólo las suplicas y
lamentos de la reina consiguieron que se diera la vuelta y abandonara
el castillo.
Los siguientes años,
el Rey Olaf se volcó en la guerra, pasando cada vez menos tiempo
cerca de su estéril esposa y de su odiada vástaga.
Se perdió los
primeros pasos de su hija…
No escucho sus
primeras palabras…
No la vio crecer
robusta e inteligente…
No se daba cuenta de
sus lagrimas cuando pasaba por su lado sin mirarla…
No se daba cuenta de
su tristeza cuando los otros niños la evitaban en sus juegos...
A pesar de todo, su
madre consiguió que los mejores mentores del reino la guiaran, su
viveza e inteligencia se encargaron del resto. Llego a la pubertad
conociendo más sobre estrategia militar que cualquier general de su
padre, suficientes idiomas como para visitar sin compañía todos los
reinos vecinos y en general, más conocimiento que cualquier Rey de
la Montaña hubiera nunca poseído.
Pero el miedo a su
marca continuaba.
Ningún hombre se
atrevía a desposarla… Las brujas podían reclamarla en cualquier
momento, y con ella a todos sus hijos y su hacendad.
Las mujeres la
evitaban, sobretodo las embarazadas, por miedo a que maldijera a los
nonatos con la marca de la bruja...
El único que nunca
la evito fue su medio hermano… Aunque no era porque le gustará su
compañía, sino porque disfrutaba mofándose de ella. Le recordaba
continuamente que aún siendo un bastardo, era varón…
- Nunca una Reina se
ha sentado en el trono de la Montaña, le decía continuamente.
Las lagrimas
brotaron de sus ojos , y recordó que estaba ante el cadáver de su
padre.
Se marcho
rápidamente, la guerra iba a comenzar…
La mayoría de los
nobles respaldaron al Rey Bastardo, era bastante inusual, pero mucho
mejor que cometer sacrilegío sentando a una mujer en el trono
sagrado.
Unos pocos fieles a
su madre la apoyaron, aunque el miedo de la derrota se vislumbraba en
sus miradas.
La guerra iba a ser
breve, el Rey Bastardo disponía del más fastuoso ejercito desde los
tiempos del mítico Ragnar el sangriento…
Pero el pequeño
ejercito de la Reina Marcada tenía un arma secreta, la inteligencia
de la que su hermano bautizo como Bruja de la Montaña…
Durante cinco largos
años se enfrentaron de forma desigual, pero el ingente ejercito del
Rey Bastardo iba menguando emboscada tras emboscada, batalla tras
batalla, derrota tras derrota…
Nadie pensaba que
llegaría a sitiar la capital del reino, pero su ejercito acampo a
las puertas del mismo corazón de la Montaña.
Otros cinco años
podría haberse prolongado la guerra… Nunca nadie había traspasado
sus murallas…Esta podría haber sido la primera vez…
Los consejeros del
Rey Bastardo estaban convencidos de que ella terminaría por derribar
las murallas. Una noche sin luna, un emisario entro en la tienda de
la Reina Marcada y le hizo entrega de la cabeza de su hermanastro en
una bandeja.
Al día siguiente,
los consejeros del Rey Bastardo estaban en el cadalso. A fin de
cuentas era su hermano, su sangre, ella sólo quería recuperar el
trono y habría aceptado un honroso destierro de su hermanastro.
Tañeron las
campanas, recordó donde estaba, tomo el báculo y comenzó a andar
solemne...
Su madre la
observaba, orgullosa, altiva…
Y el pueblo,
aliviado por el fin de la guerra, la vitoreaba.
- ¡Padre! ,
exclamo….
- ¡Soy la Reina de
la Montaña!
Comentarios
Publicar un comentario