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Esclavitud

Anochecía y en el horizonte desaparecía el último rayo de sol del día… Estaba concentrada en ese último rayo de sol, y recordó como empezó todo… No fue como en las películas de Hollywood, ni como en esas novelas del fin del mundo… Primero fueron los teleoperadores ¿quien necesitaba llamar a un teléfono de información pudiendo hacer una simple búsqueda? Después fueron los camioneros, ¿como era más seguro desplazar valiosas cargas de mercancía? Los taxistas desaparecieron por el mismo motivo, después de pelear durante años contra las plataformas de transporte, descubrieron que el enemigo era su propio vehículo ¿para que necesitaban un inseguro humano que los dirigiera? ¿Cuanto tardaron en prohibir a los humanos manipular vehículos y maquinaria? Con la excusa de la seguridad todos los empleos relacionados fueron prohibidos y desaparecieron. Hubo una profunda crísis, un gran descontento, y llego el golpe maestro, para el que la humanidad no estaba preparada.

La Búsqueda

Toda su vida había esperado este momento… Lo había perseguido durante décadas, siguiendo las pistas de una ciudad a otra, de un país a otro, en la selva, en el mar, en picos inaccesibles… El anciano temblaba de emoción al leer los símbolos grabados en la roca que taponaba la cueva. No había duda, lo había encontrado… no podía ser uno de los cientos de errores anteriores… Los símbolos eran claramente runas de la cultura Ardish, y el jeroglífico que formaban debía de contener la clave para desplazar la roca. Cerro los ojos y arrastro los dedos sobre las runas visualizando cada una en su mente, no tenían sentido, no formaban un mensaje legible… Se dejo caer frente a la roca, desolado, … estaba tan cerca, y no sabía como entrar a la cueva. Las nubes se movían ligeramente en el cielo y un rayo de luna fue iluminando fugazmente las runas, entonces se dio cuenta… eran números y formaban una clave ¿pero una clave para que? Volvió a examinar la roca cuidadosamente, más

La Biblioteca

Siempre le había fascinado el silencio absoluto que reinaba en aquel lugar, cuando traspasaba sus puertas pasaba del bullicioso exterior a un espacio en penumbras entre las que se percibían decenas de adolescentes sentados mirando hacía sus mesas en un estado cuasi catatónico. Lo más sorprendete para él, era que cuando se aproximaba a mirar lo que tenía absortos a esos adolescentes, no encontraba una consola o una tablet sobre la mesa, sino un simple libro, un libro en algunas ocasiones ajado y desgastado, pero que en cada palabra escondía el placer, la fantasía, la magía que había absorvido a cada una de las anteriores generaciones. En esos momentos pensaba que el mundo aún no estaba perdido, mientras que un adolescente leyera un libro en una biblioteca, aún había una oportunidad de cambiarlo.