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El celador

El anciano caminaba pausadamente por el largo pasillo, paso frente al control de enfermería sin que nadie se percatara de su presencia. Se paro en la puerta de la habitación y lo vio al fondo, en la cama. El niño dormía profundamente en una postura incomoda, evitando acostarse sobre el cordón umbilical que lo conectaba a la bomba de medicación. La madre estaba, también durmiendo, en un duro sillón a sus pies. El anciano saco su agenda, paso las desgastadas y amarillentas páginas una a una, mirando con detenimiento y sonriendo en cada nombre hasta llegar a una página marcada con una equis. Jesús, ese era el niño. Reviso su ficha con rapidez y su semblante se ensombreció, estaba enfermo desde que nació, era una enfermedad de esas que llamaban ahora “raras”, capricho de un mal traductor, que había tomado el significado literal de “rare”, en lugar de usar una palabra más adecuada como “infrecuente”. Leyó un poco más, era un problema genético que afectaba a la sangre. I

La Reina de la Montaña

Sintió el peso de la corona en la cabeza... El sacerdote tomo el báculo y se lo acerco, el brazo del anciano temblaba ostensiblemente incapaz de controlar el miedo que sentía… Tartamudeo al pronunciar las palabras ceremoniales, mientras de reojo vigilaba a los soldados que flanqueaban el pasillo de acceso al altar. Ese viejo melindroso era el mismo que hace apenas unos meses la insultaba en sus sermones, - Nunca una mujer ha reinado, y nunca lo hará, el Dios de la Montaña destruirá el reino antes de consentir una Reina en su trono. Y casi se cumplió la profecía, la guerra había durado cinco largos años, en los que el reino languideció. No pudo evitar recordar a su padre. Ni siquiera en el lecho de muerte fue capaz de cambiar la mirada de desdén cuando se acercaba… antes de morir sentencio, - Nunca serás reina, nunca ha habido una reina, tu hermano sera el próximo Rey de la Montaña. Su hermano... uno de los bastardos que su padre tenía repart

Oscuridad

... forzó los ojos intentando ver algo, pero sólo le devolvían una profunda oscuridad. Se incorporo ¿donde estaba? ¿se había despertado de un sueño o estaba en él? Apretó la superficie sobre la que reposaba su cuerpo con las palmas de sus manos, era un material firme, pero al mismo tiempo blando. Su temperatura era cálida. Era algo totalmente desconocido para ella. Lo intento de nuevo, giro sobre si, pero en todas direcciones sólo había una total oscuridad imposible de traspasar. Se toco los brazos y noto una piel joven y tersa. La sorpresa inundo su mente, ella se recordaba anciana, con la piel de los brazos laxa y las manos llenas de arrugas y manchas. Recorrió con sus manos el brazo hasta los hombros, y bajo por su costado hasta sus muslos, notando que estaba completamente desnuda. Con una tremenda curiosidad llevo sus manos a sus pechos y volvió a sorprenderse, no podían ser sus pechos, ...no recordaba cuando fue la última vez que los sintió firmes..