Mi heroe
Noche cerrada cuando
llegamos al aeropuerto.
Frío, aire y nubes
amenazantes…
Abrigo su aún débil
cuerpo al bajar del taxi, y me aseguro que la bufanda cubra su boca.
El conductor niega con la cabeza, nada que pagar, todo en orden.
Agarra mi brazo y
caminamos serenos hacía la entrada, despacio, con el frio de la
noche acariciándonos y robándonos nuestro calor, pero recordándonos
a la vez que estamos vivos.
Parece mentira
cuando pienso que hace tres meses que llegamos, cargados de
ilusiones, llenos de energía, seguros de que íbamos a vencer a ese
enemigo silencioso que le había rondado desde que nació…
En la puerta el
guardia de seguridad no ve victoria en nuestra cara, nos mira, e
inmediatamente nos señala la última cola, familias y pasajeros con
necesidades especiales. Le doy las gracias pero me entristece ver
como la pena brilla en sus ojos. Me esfuerzo por disfrazarme con una
sonrisa y señalo la cola a mi hijo. Coge fuerzas, respira profundo,
y empieza a caminar derecho y decidido hacía el control.
Miles de ojos lo
siguen sin querer verlo. Algunos miran con entendimiento, otros con
miedo, con indecisión, con desasosiego,...
Ven sólo el
exterior, las señales de la enfermedad y de los tratamientos.
No han visto nunca
lo que yo veo todos los días...
Un alma resignada,
que enfrenta su destino siempre con una sonrisa en los labios, y que
es capaz de animarnos cuando estamos decaídos.
Un rayo de luz, de
esperanza, de alegría… que disfruta cada instante que la vida le
regala.
Un gigante, un
luchador, un campeón que no se rinde ante nada.
Lo miro, y el me
devuelve una amplia y generosa sonrisa.
Al pasar, giran la
cabeza, extrañados de nuestra felicidad mientras que caminamos hacia
el avión.
Londres queda atrás,
el hospital queda atrás, … otro tratamiento, puede que otro
fracaso, pero el futuro está delante, no se cual será… pero le
doy la mano a mi héroe y prometo luchar a su lado hasta el final.
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