El Libro


               
Cuando cruzó el dintel de la puerta y entro en esa oscura cripta, sintió que su destino se sellaba.

La pesada puerta de antigua madera giró sobre sus goznes, cerrándose con un estruendo que se fue apagando en un oscuro silencio,

Volvió su mirada al interior de la cripta y una a una, a izquierda y derecha, una serie de antorchas prendieron, iluminando estanterías de libros hasta donde alcanzaba su vista.

Necesito unos momentos para adaptarse de la oscuridad a la luz, y comenzar lentamente a caminar por el estrecho pasillo, notando como a su espalda se apagaban las antorchas que ya habían cumplido su función y como las reemplazaban en el límite de su visión nuevas luminarias.

Los libros estaban impecablemente ordenados, los había pequeños, grandes, de lomo grueso, finos como un cuaderno escolar, encuadernados ricamente en piel o modestas ediciones de bolsillo. Pero cada uno situado con una perfecta lógica en su correcta estantería.

Paró y cogió algunos al azar, el primero estaba escrito con símbolos extraños, creía recordar que era algo que llamaban cirílico. Del segundo entendía un poco, algunas palabras sueltas, pero quedaban muy lejos los días en que estudiaba Francés en el colegio. Al fín encontró algunos en castellano, pero no les encontró ninguna característica en común. Clásicos, literatura popular, sesudos ensayos, rarezas desconocidas de las que sólo su autor y algún familiar tenía un ejemplar…

Recordó su misión y siguió avanzando, metro a metro, despacio… Se lo habían repetido con insistencia, no pares a hojear los libros, no te distraigas o encontrarás un relato que te hará olvidar quien eres y que tienes que hacer.

Una ligera brisa recorría el corredor y sintió que, aunque daba la impresión de avanzar en línea recta, en realidad el pasillo giraba lentamente a la derecha a la vez que iba descendiendo. Era como una espiral descendente, aunque con un giro imperceptible.

Repentinamente llegó al final del pasillo, se sobresaltó porque en su ensimismamiento casi tropezó con la pared al encenderse la última de las antorchas y deslumbrarse.

La luz era aquí mucho más intensa, parecía que hubiera un foco escondido en el techo, iluminando la pared sin salida.

Entre la neblina formada por ese exceso de luz vislumbro el objetivo de este extraño recorrido. Era como se lo habían descrito, un libro grande, antiguo, pesado, de un blanco deslumbrante, con extraños signos dorados en el lomo. No entendía lo que estaba escrito, eran extraños signos, los acaricio, parecían runas que aumentaban de brillo cuando pasaba su temblorosa mano por ellas. Resono la orden que le dieron en su cabeza “Guardalo y no lo mires, ni se te ocurra abrirlo….”

Así lo hizo, sin titubear, cogio el pesado libro con ambas manos e intento guardarlo en la bolsa de tela que traía, pero las runas doradas empezaron a bailar en el lomo del libro, se ordenaron y formaron una frase legible, pero… no, no podía ser, ¿quien podía saberlo? ¿Como podía su nombre ser el título de un libro? Era imposible, su nombre completo el título de un libro.

Se quedo sin respiración, y armandose de valor empujo el libro hasta el interior de la bolsa de tela… pero parecía que otras manos empujaran el libro hacia el exterior. Por mucho que se esforzo y empujo, no pudo evitarlo, el libro resbalo y cayo al suelo, abriendose por la primera página.

Se agacho a recogerlo y aunque intento no mirarlo empezo a leer… Describía a sus padres, como se conocieron, su noviazgo, su boda. Las penurias de sus primeros años, la deseperanza, los engaños, el comienzo de los golpes, la calma y alegria tras su nacimiento, el reinicio de los engaños y de los golpes...

Empezo a pasar las páginas una a una, leyendo avidamente su vida viendo como iba pasando su niñez, su adolescencia, sus amistades, su huida, su desesperanza, su vida adulta, su propia boda y sus hijos… Toda su vida pasaba por las páginas, vio sus exitos y sus fracasos, volvío a llorar al repetir sus errores y no poder enmendarlos a pesar de conocerlos…

No era capaz de levantar los ojos de las palabras, no era capaz de separar las manos de las páginas del libro, pasando las páginas una a una… Su mente le decía que tenía que dejar de leer, quemar el libro, huir… pero no podía, el libro se había fusionado a su alma y estaba consumiendola…

Otra página, y alguien le hablaba de un libro misterioso que debía sustraer, la siguiente le describían la cripta, más adelante le hablaban de una ciudad que no aparecía en ningún mapa en la que encontraría su objetivo.

Las páginas volaban ante sus ojos, leyó como entraba en una oscura cripta en la que las antorchas se encendían a su paso, más adelante bajo por el angosto pasillo y terminando ojeando una colección de libros. Otra página y llega a una pared deslumbrante en la que encuentra un libro deslumbrante ¿o el libro se dejo encontrar?

Respiró profundamente, estaba al final de la página, lo que hubiera más allá no había sucedido aún. Hizo un último intento por huir, pero ambas manos estaban pegadas al rugoso papel.

Giro la página,

Era la última del libro.

Blanca, interrumpida por sólo tres letras en el centro.

No comprendió.

Las antorchas se apagaron al unísono.

Grito cuando la verdad se abrió paso, pero ya era tarde...

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