El Sendero de los Muertos


Siempre le habían dicho que era imposible, que nadie lo había conseguido, y que no se fiara de los charlatanes que se aprovechaban de gente como él, desesperados por volver a ver sus seres queridos, para sacarles lo que no tenían.

Desde el fatídico accidente que lo había alejado de ella, no había cejado en su empeño, y había buscado la forma de volver a verla, pero todo había sido en vano. Intentos que siempre acababan en sonoros fracasos.

Ahora tenía de nuevo esperanzas, había escuchado que en México había alguien, un tal Mosa, que en el Día de Muertos era capaz de abrir el Sendero de los Muertos.

Desde ese día puso todo su empeño en localizar al tal Mosa, y aquí estaba, a pocos días del día de muertos, en México, buscando a un desconocido sólo por un nombre, tal era su desesperación.

Mosa no era alguien fácil de encontrar, más bien él se dejaba encontrar…

Recorrió las calles, preguntando aquí y allá. Mientras estaba hablando con una anciana que atendía en una tienda, se le acercó un negro inmenso, vestido de forma peculiar, con unos pantalones bombachos amarillos y una chaquetilla corta del mismo color…

  • ¿Porque preguntas por mí? - le dijo de forma brusca
  • ¿Cómo? ¿Quién eres? ¿Eres Mosa? - contestó de forma nerviosa y entrecortada.
  • Según - dijo el negro - soy Mosa si tú quieres que sea Mosa, y si lo que quieres coincide con lo que yo quiero. Te lo repito, ¿porque me buscas? 
El hombre miró al extraño personaje, y dudo un momento, ¿cómo podía ser ese estrafalario payaso el tal Mosa?

  • Quiero volver a ver a mi esposa, contestó el hombre.
Mosa lo miró intensamente, casi traspasando su alma…

  • Bien, y ¿en qué te puedo ayudar yo? - dijo Mosa
  • Me han dicho, que en el Día de Muertos, eres capaz de abrir el sendero al otro mundo, y que podrías ayudarme a cruzarlo para poder encontrarla.
  • Uhm… No soy yo quien abre el sendero, sino tú, si de verdad tienes Fe en cruzarlo…. Yo soy sólo un instrumento - dijo Mosa
  • ¿Entonces? ¿Me ayudaras? imploro el hombre.
Mosa lo volvió a mirar, y con voz susurrante dijo,.

  • Ven de nuevo a esta tienda el Día de Muertos.
Tras lo cual, se dio la vuelta y desapareció tras una estantería…



La espera se hizo eterna, contó los días, hasta que al fin llega la fecha señalada. El Día de Muertos....

Salió a la calle, buscando la tienda, no recordaba tal cantidad de personas, arriba y abajo, andando por las calles, estaba claro que era un día grande en México.

Cuando llegó a la tienda la encontró vacía, oscura… No estaba la anciana del otro día.... Al entrar tintinearon las campanillas de la puerta… y sólo atinó a decir:

     ·   ¿Hola?

Mosa apareció justo detrás de la estantería en la que había desaparecido.

  • Eres puntual, - dijo Mosa - , sígueme.
El hombre camino tras el extraño personaje, anduvo por pasillos y salas interminables, pronto olvido que había entrado en un pequeño local, y que era imposible que siguiera en él después de las innumerables salas que había traspasado.

Al fin, se detuvieron en una sala oscura, con una única luz en el centro, que iluminaba vagamente un armario.

Mosa se acercó al armario y lo abrió, la luz que salía de su interior deslumbro al hombre, que tuvo que taparse la cara con el antebrazo.

  • Aquí está el Sendero de Muertos, al otro lado está ella. Sólo tienes que cruzar.
  • ¿De verdad? - dijo el hombre.
  • ¿Qué te pasa? ¿Ahora vas a dudar? dijo Mosa.
El hombre se acercó al armario y con miedo entró, se perdió en la luz. Caminaba sólo entre la luz, sin ver nada, sin saber la dirección que tomaba. Estuvo un tiempo infinito andando, pensando que le habían tomado el pelo y que nunca más la vería.

Al fin, vio un punto oscuro y se encamino hacía él. Cada vez el punto era mayor, hasta que lo cruzo… Sintió dolor, mareos, y una fatiga infinita, cayendo a un suelo frió y duro.

Cuando se recuperó y pudo levantarse, descubrió que estaba en una habitación en penumbras. Tardo un momento en adaptarse a la falta de luz, pero vio claramente la silueta de una mujer durmiendo.

Se acercó lentamente a la cama, y ¡era ella! Su corazón latía aceleradamente, se recostó en la cama al lado de ella, le dio la mano y la abrazo. Ella se quejó en sueños, lo llamo por su nombre y abrió los ojos.

La sorpresa inundo su cara cuando lo vio y las lágrimas brotaban de alegría, lo beso, lo abrazo, grito su nombre… Hicieron el amor como ya había olvidado que se hacía el amor, y cuando se saciaron el uno del otro durmieron vencidos por el cansancio.

Despertó… allí seguía ella, no había sido un sueño. Había sido real. Ella seguía dormida.

Pero algo iba mal, hacía frío y la luz era distinta, miro en derredor de la habitación, y allí estaba, Mosa, mirándolo sentado en una esquina de la habitación.

  • Tú tiempo ha terminado, dijo Mosa, debemos volver.
  • Pero, ¿cómo volver ahora que la he encontrado?, dijo el hombre entre sollozos.
Mosa se entristeció. A todos le pasaba lo mismo, pero ese era su trabajo, no podía hacer otra cosa. Le dio la mano al hombre y lo acompaño a un armario similar al que había entrado en la tienda.

El armario se abrió, y la luz del sendero ilumino la habitación.

  • Despídete, le dijo, para ella será un precioso sueño que siempre recordará, y tú, al fin, podrás descansar en paz.

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